Lilián Carapia Cruz*
Más que decir que celebrar el halloween «es malo», se trata
de conocer las razones por las cuales puede, en ciertas circunstancias, ser
incompatible con la fe en el único Dios verdadero y en Jesucristo, su enviado.
De ahí, podremos tomar una decisión libre: porque si no se dan esas
circunstancias en el halloween, no habrá por qué estarse cuidando de él; y si
se dan en alguna otra costumbre, es esa costumbre la que hay que evitar por
amor a Dios y a los hermanos…
¿Cómo surgió el halloween? Se sabe que los antiguos celtas
acostumbraban celebrar en el Samhain, es decir, el final del verano, con una
fiesta en honor de Pomona, diosa de los árboles frutales, con motivo de las
cosechas y el inicio del «año nuevo celta», el 31 de octubre. Aquellos celtas
creían que en esta época se estrechaba la línea que une a este mundo con el
Otro Mundo, permitiendo a los espíritus ‒tanto benévolos como malévolos‒ pasar a través
de ella. De modo que invitaban a su celebración del Samhain a los ancestros
familiares, y ahuyentaban a los espíritus dañinos a través del uso de trajes y
máscaras con apariencia de un espíritu maligno. No falta quien sataniza ya de
entrada estas celebraciones, pero es una exageración, porque se trata sólo de
elementos culturales como los que hay en cualquier pueblo antiguo o
contemporáneo.
Así, en sus orígenes el halloween no tiene nada de
«diabólico», aunque tampoco de cristiano. Tiene mucho de pagano y de
supersticioso; paganos son aquellos elementos de la cultura de un pueblo que no
han sido iluminados por el Evangelio de la vida, y supersticiosas las formas
deformadas de la religión. Fue por ello que, cuando tuvo lugar la
evangelización de los celtas, los Papas Gregorio III (731–741) y Gregorio IV
(827–844) intentaron introducir los elementos que dieran un significado pleno a
esta creencia en la presencia de los «buenos espíritus de los ancestros
familiares». Lo hicieron trasladando a las vísperas del 1 de noviembre (31 de
octubre por la tarde) la solemnidad de «Todos los Santos», celebrada hasta
entonces el 13 de mayo en Occidente latino. A esta «nueva fiesta», ya
cristianizada, la Iglesia la llamóAll hallow’s eve, que significa, en el inglés
antiguo, «víspera de todos los santos». A estas palabras se les dio más tarde
la pronunciación abreviada de «halloween».Entonces, el mismo nombre es de
origen cristiano…
Dadas las características que adquirió esta tradición
irlandesa al fundirse con la cultura norteamericana a finales del siglo XIX y
XX, del halloween original no queda prácticamente nada; acaso la costumbre en
la que los niños se divierten portando disfraces y gastando bromas a cambio de
dulces. O también, la ocasión para el consumismo principalmente entre los
jóvenes. Si no se confundiera el juego con la celebración religiosa todo
estaría bien. La educación religiosa es muy importante. Si el niño y el joven
saben que el día siguiente es la celebración de Todos los Santos, y dan a Dios,
que es quien santifica a sus hijos, el lugar que sólo a Él le corresponde, no
habría problema. Pero si se le prohíbe lo primero sin cuidar lo segundo el
problema persiste.
Sin embargo, hay que advertir que, en todo el mundo, los
adoradores de la muerte ‒satánicos y «fieles» de la santa muerte‒ han fundido con el halloween
costumbres que sí son peligrosas para el resto de la sociedad. Y en este
sentido, el halloween sí es «muy malo». Por ejemplo, está comprobado que los
satánicos celebran el 31 de octubre el «festival de la muerte y la entrada del
año nuevo satánico», y que para ello realizan una serie de sacrificios humanos ‒especialmente de
niños y adolescentes‒
y misas negras. En Colombia, por ejemplo, la Policía incrementa también su
actividad en estos días dado el incremento de asesinatos y desapariciones de
niños. Se ha llegado a recomendar que los niños: eviten el uso de máscaras que
cubran sus ojos; porten disfraces con colores claros; recolecten caramelos en
casas y vecindarios bien iluminados y conocidos; caminen de la mano de sus
padres, y que éstos se aseguren de inspeccionar los caramelos…
En mi humilde opinión yo recomendaría a los padres hacer
gustar a los pequeños el amor por los santos, que son amigos de Dios. Esto
mismo les ayudará a ellos a dar más importancia a la celebración cristiana y a
darse cuenta que no tiene sentido andar por las calles y correr riesgos
innecesarios sólo por hacer lo que los otros hacen y sin saber siquiera por
qué…
No hay comentarios:
Publicar un comentario